martes, 19 de julio de 2011

Terror incivil


Una guerra “limpia” sería aquélla en la que, una vez que se abate al enemigo, el vencedor no se ensaña con él, evitando posteriores violencias, torturas, pillajes, venganzas. Como a enemigo se le derrota pero como a hombre se le respeta, y como tal es tratado en tanto que permanece prisionero.
La guerra civil española fue puro terror incivil, abyecto, atroz, implacable, como yo nunca hubiese imaginado y del que ahora sé algo gracias al libro El holocausto español. Odio y exterminio en la guerra civil y después, de Paul Preston, quien, provincia por provincia y casi pueblo por pueblo, da cuenta de cómo se mato, a quién se mato, por qué se mató, tanto en un bando como en el otro, si bien este “tanto… como” no señala ninguna simetría que reparta culpas por igual: en el bando de los rebeldes, con los abominables Queipo de Llano, Mola y Franco a la cabeza, se planteó como principio y norma una guerra de terror y exterminio de cuanto oliera a “rojo-masón-judío-bolchevique”, mientras que en el bando republicano el odio aniquilador se practicó desde abajo, obra sobre todo de anarquistas y milicianos, a los que el Gobierno de la republica muy a duras penas pudo contener, entre otras causas porque todo el aparato policial y de seguridad del Estado se vino abajo a raíz del golpe.
El horror se dio el placer de campar a sus anchas, sobre todo el diseñado y puesto en práctica por aquel monstruo tricéfalo y sus secuaces, y al que respondieron las cuadrillas anarquistas y milicianas. Desconocía que “nuestra” guerra hubiese alcanzado tales grados de espanto y crueldad. Tenía necesidad de saber cómo se había desarrollado. Ahora ya lo sé.

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