Sucio su rostro por el polvo de la huida, los ojos sobresalientes de Louise se fijan en los que, apostados tras una ventana, la miran, pareciendo que preguntan: “¿qué buscas, quién eres, Louise?” Es un momento quieto, cumbre, roto bruscamente por Thelma, que, tras el atraco que acaba de cometer, corre hacia ella al tiempo que a gritos la urge a encender el Ford Thunderbird. Continúan su huida hacia el sur, rojas, sucias, bellísimas.
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