El blanco y negro de las películas de Bergman que llevo visto hasta ahora es exacto, claro, de líneas puras, bellísimo, lo que consigue que el mundo torturado de sus personajes (cosa que empieza a sobresalir a partir de El séptimo sello) se vea libre de toda turbiedad y truculencia. El título de la última que vi, El rostro, podría ser el subtítulo de muchas de sus películas, pues son los rostros los que la cámara de Bergman capta y encuadra con maestría. No de otra manera podría sacar a la luz sus almas, una luz estricta que no quiere que su tormento se derrame.
No hay comentarios:
Publicar un comentario