Siempre temía mirar con demasiada intensidad, o que creyese su interlocutor que ponía en sus ojos más de la debida. En realidad su mirada era la que correspondía a un ser concentrado. ¿Y quién sino una persona merecía la máxima concentración? Pero al sentir que los ojos del otro lo absorbían, que entraba por ellos cual lanza en un costado, enseguida se azoraba pues no estaba seguro de hacer lo correcto. Se retraía y volvía sobre sí, asustado ante una posible profanación.
2 comentarios:
Una profunda mirada ve las entrañas del alma... y no todo el mundo esta preparado para desenmascararse.
Ademas, donde hay una mirada concentrada entre dos personas, pocas palabras bastan para comunicarse.
Gracias Suso por tu labor diaria de compartir tus pensamientos con lo que escribes.
Gracias a ti, Ana.
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