Poco te aprovecho, Padre, mucho te desperdicio. Nunca te tomo entero, sino un pedacito, de cada vez uno, una pizquita, nada más. La rendija que dejo para que tú pases es muy pequeña, ni mirilla es, nada. Si se cuela una pestaña tuya, o una cutícula, ya es mucho lo que se cuela. Pero a ti te bastan estas condiciones ínfimas para arreglártelas e ir haciendo un hueco cada vez mayor, cada vez más a tus anchas, y así después ya eres ojo, o mano, y después dos ojos, o dos manos... Donde no cabías aprendes a caber, y conviertes el cuartucho en cuarto. Te vas acomodando y creces, cada vez más de ti en mí, más abierta mi puerta, por la que tú pasas, Señor.
2 comentarios:
Amén, Suso.
Gracias por poner palabras a lo que sólo el silencio conoce.
Amén y gracias, Lolo.
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