Un yo que publicitas demanda continuamente su sueldo. No soporta no verse apuntalado cada vez con mayor brío. Vive siempre entre espejos, que le sirven su reflejo mil veces multiplicado. Su propia hinchazón lo matará.
No se expone de modo exhibicionista ni se retrae morbosamente. Sin hurtarse a las miradas, no se marca a sí mismo. Lo suyo es una manifestación provenida de intereses ajenos al yo, en aras de una ley que es más grande que él y que nada sabe de espurias publicidades.
No se expone de modo exhibicionista ni se retrae morbosamente. Sin hurtarse a las miradas, no se marca a sí mismo. Lo suyo es una manifestación provenida de intereses ajenos al yo, en aras de una ley que es más grande que él y que nada sabe de espurias publicidades.
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