Nombraba una cosa y sentía que se desleía. Querría tener verdaderamente la cosa, y el nombre apenas si la rozaba. ¡Ah, la palabra no poseía, sólo idealizaba, tan blanda frente a lo duro! Pero ¿y si esta impotencia fuese su dignidad, esta pobreza su riqueza? El caer vencida, ¿no la constituía en servidora de aquello que nombraba? Nunca reina, venía a ofrecer sus pequeños servicios mensajeros, ese poquito de ser, de vida, que ella, mal que bien, ponía.
4 comentarios:
Dice lo mismo Rilke aquí
Magnífico enlace. Gracias, Ángel.
A mí también me ha hecho acordarme del "me asustan las palabras de los hombres" de RMR.
Que sirvan y no se interpongan es todo lo que se puede pedir.
Gracias, Suso.
Gracias, CB
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