El caso era zambullirse. Después tendría acceso a las realidades, sus vastos y deseados mares. Se dejaría llevar unas veces y otras sería él el que se condujese con pies y manos azotando el agua. No quería tanto encontrar cuanto abarcar y amar cuanto cupiese en su abrazo, o ser él el que cupiese en el abrazo de otro explorador de mares.
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