martes, 6 de abril de 2010

Audivisión

Su pelo rojo la constituía en centro de la orquesta. Si a ello se sumaban sus pequeños quehaceres: coger la botellita de agua y beber unos sorbos, alzar el bolsito negro para sacar la cajita con la crema que después se aplicaba a la comisura derecha de la boca, estirar los puños de las mangas para abrigar las manos, si entonces, como digo, se sumaba todo esto, más central se hacía a la mirada del público la pelirroja de la flauta travesera.
Por los oídos entraba la música y por los ojos la acción total que componían los gestos y movimientos del director, de los instrumentistas y de los miembros del coro, enriqueciendo enormemente el argumento de la música, la cual, siendo la más espiritual de las artes, aparecía también como la más  terrena, pues surgía de la carne de los concertistas, de los distintos materiales de los instrumentos y de las vibraciones del aire, espiritual música carnal y matérica.

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