Son muchas las mañanas en las que, en torno
a las doce o doce y media, me entra un sueño horrible y necesito echarme un
rato. He sabido por mi tío Luis que a esto se le llama “la siesta del carnero”.
Después de comer vuelvo a echarme una siesta, la siesta por antonomasia. Y por la noche, a dormir de nuevo. Nos
pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo y no es una pérdida sino una
ganancia de tiempo. Cuando era joven no pensaba así: dormir, “¡qué pérdida de tiempo!”;
también pensaba que cuanto mejor sería poder tomar una pastilla y no tener que
gastar tanto tiempo comiendo. Por fortuna ser joven no dura siempre y de sus
estados febriles uno se cura y pasa a ser un adulto, que gana el tiempo
comiendo, que gana el tiempo durmiendo. ¡Dulces ganancias que la mejor edad trae
consigo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario