lunes, 5 de diciembre de 2011

El actor, la actriz


Me gustaría verme en la piel de un actor para saber qué significa ser otro, hacer de otro. “Cámara, ¡acción!” o subida del telón, y vemos a quien es haciendo de quien no es. ¿Cuánto y qué dan de sí mismos los actores y las actrices cuando interpretan a un personaje? ¿Cuánta debe ser su entrega, su vaciamiento? ¿Dónde están mientras no están? ¿Cómo regresan a sí mismos cuando cesa la función? ¿O es sólo un juego, el juego de ser otro? La respuesta se disparará en múltiples direcciones dependiendo de cómo sea el actor o la actriz, cuál el personaje interpretado, quién sea el que los dirige, etc. Pero me vuelven las preguntas: ¿qué les pasa a los actores mientras “son” Hamlet, a las actrices mientras “son” lady Macbeth? ¿Cuál es el máximum qué puede alcanzar un intérprete y en qué consiste? ¿En una transfiguración, acaso? “Resta una sencilla pregunta: ¿qué es de la persona –leemos en Teodramática. 1. Prolegómenos, de Hans Urs von Balthasar-, de la intimidad del actor cuando desarrolla el papel? ¿Queda entre paréntesis y escondida, o se emplea como material en la encarnación del personaje? A este respecto se puede hablar de dos tipos de actores, denominados ‘actor-yo’ y ‘actor-el’”. Y más adelante: “Si se prescinde de toda la vanidad personal, casi inevitable de esta profesión, que requiere cierta desinhibición de la persona y el aplauso de la gente, se hace visible entonces, en lo que se refiere estrictamente a lo profesional, una humildad y una disponibilidad ante el papel, que debe ser mostrado al espectador como lo verdaderamente importante”.
La creación artística, en cuanto apertura al otro lado de la existencia desde la misma existencia, alcanza un súmmum de carne y presencia en las más grandes interpretaciones de un actor o una actriz, que convierte el visionado de algunas películas en experiencias de hondísimo calado existencial. El actor es un mediador, un representante, un pontífice.

(Garga)

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