Me turbaban sus ojos, su presencia, ¡y era un perro! ¡Qué tremendos ojos de perro! Había tanta demanda ellos, tanto otorgamiento, que creía estar en presencia de un santo. ¿Existe una “santidad” animal? Le pasaba la mano por el lomo y la cabeza, ¡pero me parecía tan poco! Tendría que haberlo abrazado y soltarme a pleno corazón, para que ambos quedásemos satisfechos. Su inocencia me azoraba. Nunca me había ocurrido tal cosa. Newman dice en uno de sus sermones que sabemos más cosas sobre los ángeles que sobre los animales. La “personalidad” de los primeros, en tanto que espíritus puros, es más imaginable que la de los segundos, extraña mezcla de irracionalidad y “ánima”. Un perro es un compañero, un mediador, un puente, un misterio.
2 comentarios:
Me ha encantado esta entrada. Y la cita de Newman especialmente. Un abrazo
De ojos de perro entiendes tú un rato largo. Que se lo digan a Olimpia.
Un abrazo.
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