Un hombre absolutamente inocente ¿podría, a solas, desde las entrañas de su libertad, “inventar” el mal constituyéndose en el primer malo, siendo él mismo el tentador y el tentado, o sería necesaria la existencia de un “malo” precedente que, en un contexto no ya monológico sino dialógico, le presentase el mal como posibilidad? Al hombre edénico, libre de culpa, ¿no le tenía que ser sugerido el mal para que pudiese escogerlo? Él lo inicia sobre el mundo, pero ¿parte de un punto cero, él mismo, o sigue la estela del Principio, del Príncipe del mal? ¿Podía el primer hombre, desde la nada de su libertad, crear el mal, o sólo podía abrirle la puerta para hacerle sitio en el escenario de la historia? ¿Fue aquel primer pecado una respuesta a una propuesta de una potestad maligna o se constituyó el hombre como único poder contrario a Dios sin la invitación de nadie? “La serpiente me sedujo y comí” (Gn 3, 3): ¿explicación alegórica de una auto-seducción o de una hetero-seducción? ¿Es el hombre un príncipe que se corona o hay un Príncipe que lo invita a coronarse?
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