Vuelve una y otra vez mi “no sé quien soy”, contra el que se alza siempre el “yo sé quien soy” de Don Quijote. ¿Cuál es el contenido de este mensaje que me frecuenta tanto últimamente? Quizá se trate de un suave empujón a descender más, o a ascender, para llegar a orillas donde quede mejor definido. Un “yo sé quien soy”, ¿no puede ser una trampa si ello significa quedar anclado sin desplegar las velas? Pero a lo mejor tampoco importa tanto saber quién sea uno si ello significa descifrarse donde no hay ningún enigma, sólo misterio. Y los misterios pertenecen a Dios.
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