miércoles, 6 de octubre de 2010

Cuerpo "espiritual"

Creo recordar que, en un reportaje sobre la anorexia, una de sus víctimas pretendía una espiritualización del cuerpo. ¿No es la intención de fondo del ayuno crear un vacío corporal para dejar espacio al espíritu? Acaso aquella víctima, inicialmente animada por motivos estéticos, acabó queriendo llegar al extremo de la delgadez para, convirtiendo el cuerpo en puro hilo, quedar a un paso de ser espíritu. Mediante un ayuno hipertrofiado que, quilo tras quilo y después gramo tras gramo habría ido restando masa a su carne, estaría buscando una monstruosa finura que, ante sus ojos, la hiciese aparecer como un cuerpo tenue, evanescente, grácil, “espiritual”. Pero ¿se mantendría en esta meta alcanzada, al fin sólo piel, sólo huesos, o, en la lógica de su propósito, querría más, la desmaterialización, la invisibilidad, tras el paso por la muerte?

4 comentarios:

Fernando dijo...

El caso que citas puede ser ridículo, Suso, pero conecta con algo bien serio. La privación de las necesidades físicas, en concreto la comida, nos pone en un estado de excitación, de nerviosismo, que puede llevar a la locura o a la genialidad (en pequeñas dosis, claro). Cualquiera que haya pasado por un régimen (como es mi caso), cualquiera que haya deseado comerse un bocata de queso a media tarde y haya tenido que confomarse con una manzana sabe que, a partir de ese momento, su cabeza empieza a funcionar de forma distinta, más intensa.

Jesús dijo...

La ascética, ¿no nos libera? Es lo que acabas diciendo tú.

Conrad López dijo...

También los místicos penaron por tener que arrastrar la materialidad de sus cuerpos. Pero la actitud es bien diferente: una cosa es pretender destruir el propio cuerpo en pos de una ilusoria perfección desconocida (o la nada como alternativa) y otra muy distinta aspirar a la transformación de ese cuerpo en pos de una perfección de la que se ha tenido testimonio vital.

Suso, tengo que leer todo su blog de pe a pa. Esto es gula espiritual ...

Jesús dijo...

Completamente de acuerdo, Séneka. Y puedes tutearme.