Leo una novela corta. Aparece la palabra falleba. Acudo al Diccionario de la Real Academia Española: "Varilla de hierro acodillada en sus extremos, sujeta en varios anillos y que sirve para asegurar puertas o ventanas". Leo, entiendo, pero no veo. Recuerdo lo que nos había dicho en una ocasión mi profesor de cristología y de varios cursos monográficos, todos apasionantes, Olegario González de Cardedal: "Las cosas hay que verlas. Fijaos. Aquí está la puerta. Pues mirad: esto es el gozne o bisagra y esto es el quicio". Vuelvo a mi falleba, con el consejo de Olegario de la mano, y acudo al impagable Google. Escribo falleba, pulso en buscar imágenes y ¡voilá, he aquí la falleba, al fin vista! Giro entonces mi cabeza hacia la derecha, me fijo en la ventana de mi habitación y ¡voilá al cuadrado! ¡Estuvo aquí toda mi vida, acompañándome, la humilde varilla de nombre tan hermoso, falleba! Ahora que he visto y revisto, al fin entiendo. Ilustración del diccionario e ilustración de la vista. Con tantas palabras, ¡qué manca se queda la primera sin la segunda!
4 comentarios:
Qué chestertoniano.
¿González de Cardedal, profesor tuyo? Qué lujo, tío. Ya me contarás por qué has estudiado cristología, pues desde la Taberna nos interesa mucho. Y Cardedal también.
Encantado de contároslo, y encantado de tomar birras, teológicas o no, con vosotros en vuestra (¿nuestra?) taberna. ¿Habría alguna manera de contactar contigo (con vosotros) via correo privado?
Un abrazo.
Suso.
Qué maravilla. Estos detalles -y saber reflexionar sobre ellos- hacen la vida un poco más amable.
Gracias, Francis. Yo amo a las cosas. Son dignas de ser amadas, de ser nombradas. Es lo que esperan de nosotros, creo. Y amo las palabras.
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