Uno, en cuestiones de arquitectura, y sin entrar en lo que es la arquitectura moderna, se quedó en el románico, o, como mucho, en un gótico al que todavía no se le ha subido el tono. Pongo como ejemplo la iglesia de San Martín de Frómista, en Palencia. La conocí haciendo el camino de Santiago, allá por el año 96, y quedé deslumbrado. Había encontrado el ejemplo de perfección que podría aducir llegado el caso de tener que exponer mis preferencias estéticas. El minimalismo en cuestiones decorativas me acompaña, y es por esto que no puedo ser sino románico, ajeno a todo lo que huela a barroco y estilos anejos. Líneas puras, con esa ornamentación mínima que es como un festón que se ha puesto sin querer pero que no estorba el resultado final. La desnudez del románico se aviene de maravilla con la desnudez de la carne, de mi carne, ante Dios.
5 comentarios:
Absolutamente contigo en esto, el Románico es también mío.
Un saludo en mi primera visita a tu blog. Un placer ha sido.
Pues muchas gracias, Juanma.
Para mí el románico también tiene un sentido esppecial (hasta me llamo "romano" de segundo apellido). Pero hay días en que me levanto gótico (cómo no serlo al visitar mi catedral) y en ocasiones no me queda más remedio que rendirme al barroco (en Sevilla es irresistible). Lo cierto es que cuando uno busca el recogimiento, su yo sin prisas y sin distracciones, el románico es ideal.
Es que yo creo que con el barroco las catedrales dejaron de ser tales y pasaron a ser palacios... En fin, para gustos, catedrales.
Me ocurre lo mismo, y a mi madre igual, románico siempre...
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