Uno, que vive en la concentración como si fuese
su estado natural y sólo puede estar atento a dos cosas al mismo tiempo, tiene
días en que sólo puede con una. Anda entonces con la mirada pegada al suelo para
evitar todo lo que le entraría por los ojos si fuese con la cabeza levantada.
Vive a estos efectos en el peor mundo posible porque le sobra realidad en un
sentido y le falta realidad en otro.
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