Qué
gracia nos hizo lo que nos contó María sobre un alumno de infantil hace ya
muchos años. Su aula estaba separada del edificio en el que estudiaban los
alumnos de primaria y en el que se encontraba también el comedor. A la hora de
comer, pues, los tenía que traer aquí. El caso es que un día hacía bastante
viento y, cuando estaban comenzando a subir la cuesta, uno de los pequeñajos,
al notar cómo el viento le impedía moverse, le gritó a mi hermana: “¡Maestra, o
vento vén torcido!”
1 comentario:
¡Me encantó! :)
Publicar un comentario