“Palpadme” (Lucas 24, 39). Jesús resucitado
es tangible, como él mismo se lo hizo ver a sus asustados y sorprendidos
discípulos cuando se les apareció. ¿La tangibilidad de su cuerpo resucitado era
la misma que la de su cuerpo terreno o era de otro tenor? Que se ofrezca a ser
tocado, palpado, por sus discípulos para que disipen sus dudas resulta
entrañable, y también el que les muestre sus manos y sus pies. Jesús, tras
haber “palpado” sus llagas Tomás el incrédulo, podría haber afirmado: “dichosos
los que creen sin haber tocado”. En cualquier caso a Jesús, no sólo se le ve y
se le escucha, también se le toca. Bien que lo sabía el autor de la primera
carta de San Juan cuando escribió: “lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos” (1 Juan 1, 1).
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