miércoles, 1 de abril de 2015

Murieron ellos, moriremos nosotros: está bien

La primera de mis amistades que perdió a un progenitor fue Araceli. Creo que estábamos en 1º de BUP y teníamos por lo tanto catorce años. La muerte prematura de su padre fue un mazazo, sobre todo para su mujer y sus hijos mayores. Después, siguiendo con los amigos de mi infancia, murieron los padres de Bety, de Luis, de Miguel, de Sonia, el mío. Sin excepciones, ellos, los padres, murieron en primer lugar; ninguno de nosotros ha perdido todavía a nuestra madre. Doy un gran salto en el tiempo y me planto en estos últimos años. Murió, ahora sí, la madre de Aurora; perdió también a su madre Enrique. Y en estos últimos meses, de noviembre en adelante, murió el padre de Isabel, la madre de Andrea y, por último, murió de repente la madre de mi amigo Emilio. Es lo que toca.
Lo que tocará una vez que pasen más años será asistir a la muerte de nuestros hermanos y nuestros amigos. Llegaremos, si llegamos, a los 80, a los 90, e iremos “passing away”, unos primero, otros después... No me causa tristeza pensarlo. La vida se cumple y llega a su fin: esto está bien.

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