jueves, 25 de noviembre de 2010

Calma

“Lo primero, calma”, me dijo, mejor, me ordenó hace un tiempo S. al verme excitado por motivos que ya no recuerdo. Se me escapa porque quedó tan inscrito dentro de mí ese “calma”, que salta desde entonces como un mandato en cuanto me dejo llevar por la agitación. Al sentirla profiriéndolo, dentro de mí pero distinta de mí, la eficacia es mayor porque es como si pusiera su mano sobre mi hombro y me estabilizara, cosa distinta a si fuera yo el que me dijera “calma, Suso, calma”, más parecido entonces a tirarme de los pelos para sacarme de las aguas como un baroncito Münchausen cualquiera.

2 comentarios:

Thiferet dijo...

Realmente el impacto de una palabra directa en el momento justo te ofrece una enseñanza que no se olvida y que termina integrándose en uno mismo.

Un placer, saludos, Ana

Jesús dijo...

Saludos, Ana.