Una de las tendencias irrefrenables del cristianismo en todos los momentos de su historia es la de plegar hacia dentro los brazos de su cruz, de modo que, dejando de ser frente abierto en todas las direcciones, se convierta en esfera, donde se consigue la perfección al precio de no dejar entrar ni salir la vida: expulsada ésta, el cristianismo se convierte en sistema, un organigrama dogmático y social que asfixia al Viviente. Pero éste puede siempre más, y a través de sus santos centrífugos consigue que vuelvan los maderos a su posición, la que se extiende hacia el norte y el sur, el este y el oeste, hacia delante y detrás, hacia arriba y abajo, cruz que expande la vida y rompe todas las esferas.
2 comentarios:
yo esto te lo he leído y ahora no me acuerdo dónde ;-)
No hace falta comentar nada, joé, Dios mío, qué de acuerdo, Suso, qué bien lo explicas, y qué fácil a veces caer en ello.
En fin, un abrazo oseznil (te hago en la siesta bajo el árbol y tal, fresquito, ladrón)
Aurora
Lo leíste en "La taberna del fin del mundo".
Un abrazo.
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