En tu rostro me abismo, igualmente en el tuyo, y en el tuyo también. Atravieso las puertas que tenéis abiertas, me planto ante las que permanecen cerradas. Vosotros, todos, mundos abisales. El abismo llama al abismo, el rostro llama al rostro. Aquí una pirueta, más allá una floritura, una fantasía, juegos malabares de las pestañas, los ojos, las mejillas, los labios, el mentón, la nariz, la boca, las comisuras, las arrugas, la piel tersa, las pecas, el vello. Me abres un camino y por él me lanzo. Me lo cierras, ante él me paro. Allí conquisto, aquí no encuentro. Pero sigo, pues son millones las caras, las aventuras faciales sobre los cuellos, bajo las frentes, cada uno una longitud de onda, una franja horaria, un sí, un no, un sí es no, un no es sí, me adentro, me detengo. ¿Qué pasa? Pasas tú, y tú, y tú también. ¡Oh, maravilla!
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