miércoles, 29 de julio de 2009

Mirar, comer

La belleza que vemos, sólo la vemos, o la escuchamos, o la olemos, o la tocamos. Nunca, en cualquier caso, la comemos. ¿No quedamos así faltos de algo esencial? Simone Weill lo dijo excepcionalmente bien en La gravedad y la gracia: ”El gran dolor del hombre, que comienza ya en la infancia y que prosigue hasta su muerte, lo constituye el hecho de que mirar y comer son dos operaciones diferentes. La beatitud eterna es un estado en el que mirar es comer”. La relación sexual nos deja en el borde de este deseo, el de “comernos” al ser amado, el de ser comidos por él. Un beso, profundo, apasionado, ¿no es el amago de un mordisco, de un arrancamiento e ingestión de un trozo del cuerpo venerado? Al “mirar, tocar, besar, lamer, morder”, de Félix Grande (Las Rubáiyátas de Horacio Martín) , le faltaría un “comer” que completase el crescendo del amor y el deseo.
Me pregunto si, cuando comemos y bebemos el cuerpo y la sangre de Cristo en la eucaristía, no se anticipa lo que, según Simone Weill, será una realidad en el cielo, la unidad del mirar con el comer. Cristo, el admirable, el mirable, es también el comible, por puro amor suyo hacia nosotros, a nuestras necesidades y anhelos más profundos. Él, que se ofrece a la vista para que nos gloriemos con su belleza, se ofrece a nuestra boca para que nos saciemos, comiéndola, de esa misma belleza. Su entrega total hace posible que mirar sea también comer.

lunes, 27 de julio de 2009

Pronta la sonrisa

Pronta la sonrisa, lo tuvo pronto todo, su ser entero en los labios, para entregarlo.

jueves, 23 de julio de 2009

Orgullo

“Si tuviera un solo sermón que predicar, sería un sermón contra el orgullo”. Así comienza Chesterton un pequeño ensayo cuyo título es, precisamente, Si tuviera un solo sermón que predicar (Correr tras el propio sombrero (y otros ensayos)) . Puesto en tal extremo, acaso yo hiciera lo mismo.
La lujuria sin orgullo sería menos lujuriosa, la gula sin orgullo sería menos golosa, la avaricia sin orgullo seria menos avariciosa, la pereza sin orgullo seria menos perezosa, la ira sin orgullo sería menos iracunda, la envidia sin orgullo sería menos envidiosa. Los seis pecados capitales serían menos capitales sin el séptimo, el orgullo, el más capital, el capitán de los pecados.
Por contra, la castidad sin orgullo sería más casta, la templanza sin orgullo sería más templada, la generosidad sin orgullo sería más generosa, la diligencia sin orgullo sería más diligente, la paciencia sin orgullo sería más paciente, la caridad sin orgullo sería más caritativa. Las seis virtudes capitales serían más capitales con la séptima, la humildad, la más capital, la capitana de las virtudes.
El orgullo, o soberbia, siempre es ese plus, ese “más” que hace que lo malo sea peor e impide que lo bueno sea mejor. ¿Por qué? Porque lo suyo es decir: “Miren ustedes, lo peor de la ira, pongamos por caso, no es la ira en sí sino lo que yo me afirmo en ella, lo que yo me subrayo en ella, lo que yo me chuleo en ella, lo que yo, lo que yo, lo que yo… Y la excelencia que podría alcanzar la generosidad, pongamos por caso si hablamos de las virtudes, no la alcanza porque yo me afirmo en ella, yo me subrayo en ella, yo me chuleo en ella, yo me, yo me, yo me…”.
El orgullo, o soberbia, es el específico, muy específico, pecado del yo, del me, del mí, que se hincha y se hincha. El yo se muere de sí mismo. Tan orgulloso está.

miércoles, 22 de julio de 2009

Que la vida iba en serio

Llegas, con los años, a un ámbito de seriedad, de infinita seriedad ("Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde", Gil de Biedma),  que erguida siempre, sabe también descansar; que siempre alerta, sabe también aligerarse; que al quite siempre de todas las preguntas, sabe también hacer del silencio la mejor respuesta.

(Y aquí, Las meninas)

miércoles, 15 de julio de 2009

Se muere la letra

Se muere la letra por ser espíritu.
Se muere la letra y es espíritu.
Ya no mata la letra.
Es espíritu.

martes, 7 de julio de 2009

Un cordero

Araño y no acaricio, Señor. Me sale la garra, quizá porque tengo los nervios en punta, porque duermo poco, porque qué se yo que más razones. ¿Dónde queda el hombre manso que quiero ser,  al que no importan qué diablos se le acumulan porque siempre los vence? Si, araño y me araño, sediento de tu mansedumbre, de no ser más que un cordero que duerme y se arrellana en tu corazón.

sábado, 4 de julio de 2009

Garfield

La pereza, pecado capital, reconvertida en virtud capital. Me gustaría poder hacerlo, meterle aquí un buen gol al diablo, más que nada para poder tumbarme a la bartola el resto de mis días y no hacer absolutamente nada, sólo dormir, soñar, contemplar, respirar, ponerme de lado cuando me cansé de estar de frente, dar otro giro, pasados veinte años, y ponerme de espaldas, postura que seguro me cansaría tras otros veinte años, lo que, ¡oh puñetas!, me obligaría a un nuevo giro para quedar nuevamente de lado, aunque ahora del otro…
Creo que me voy a encomendar a San Garfield para lo que me quede de vida.

viernes, 3 de julio de 2009

MÁS

Las realidades de la vida dan de sí lo que les es posible dar. Un buen vino, una balada de Bruce, un amor duradero, un puesta de sol en la playa, un amigo fiel, una de John Ford, el cuerpo cálido de un niño, la charla amistosa en una terraza de verano, un paseo por el Bósforo, la sonrisa de ese ser que te ama y al que amas, el chocolate, Katherine Hepburn, la santidad de una madre, la ternura de un padre, el cielo, las nubes, el fulgor de la desnudez, una novela de Álvaro Pombo, aquel poema de Auden -Postscript-, la camaradería en el trabajo, una tarde de lluvia, un brillo en la pared, las ardillas, Odilon Redon, la brisa entre las hojas, el canto de los pájaros, una ruina abandonada: dais de sí lo que tenéis, muchísimo, tanto que parece suficiente para calmarme y quedar yo saciado. Pero, ¡ay!, mi hambre es infinita… Quiero más. MÁS.

jueves, 2 de julio de 2009

Cópula frontal

No sé si somos los humanos los únicos seres vivos que copulamos dándonos la cara y no cubriendo el macho la espalda de la hembra, como parece ocurrir en la mayoría de los vertebrados, tal vez en todos. Eso indicaría que el acto de mayor intimidad sexual, el consumador, está llamado a ser en la pareja humana un encuentro personal, una compenetración que, máxima en la zona púbica, pide también serlo en la zona ocular, en la bucal, en esa parte de nuestro ser que más intensamente nos muestra. Por ser frontal y no un “ataque” por la espalda, el acto sexual interhumano debería ser siempre por eso encuentro y nunca colisión, nunca agresión, nunca traición. Los traidores, en el viejo oeste, disparaban por la espalda. Ya que no pueden copular sino de frente, el hombre y la mujer deberían dejarse enseñar por la fisiología para no convertir nunca este cara a cara en nada que no sea un acto de amor.

lunes, 29 de junio de 2009

Atrevidos

Hay una oración de la liturgia de las horas en la que se implora a Dios para que nos conceda “aun aquello que no nos atrevemos a pedir”*. Sorprendente, y maravilloso. ¿Cuáles podrían ser esas cosas que no nos atrevemos a pedir de modo que sólo podamos esperar recibirlas de él mediante el rodeo de decirle que, también eso, lo que no osamos pedirle, nos lo dé? Esta oración, además de expresar una suma delicadeza ante Dios, un respeto profundo, ¿no nos invita también, aunque sólo lo haga muy sesgadamente, al atrevimiento, como si Dios se expresase en estos términos: “Confía en mi amor, hijo mío. Puesto que quieres amarme más de lo que me amas, destierra de ti el temor y sé osado, háblame con franqueza, con total libertad. Que tu reverencia hacia mí no ahogue tu familiaridad conmigo. Soy tu padre: habla claro y pídeme eso que no te atreves a pedirme”? De esta guisa, sería Dios siempre el único verdaderamente “atrevido”, el que nos estaría urgiendo una y otra vez a serlo también nosotros, atrevidos, pues esto significaría que nuestra confianza en él, nuestro amor por él, serían todo lo grandes que él quiere que sean. Lo amamos mucho, luego nos atrevemos mucho. Dios nos quiere así, atrevidamente amantes, amorosamente atrevidos.

*Dios todopoderoso y eterno, que con la magnificencia de tu amor sobrepasas los méritos y aun los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

jueves, 25 de junio de 2009

Recurrencias: con uno basta

“Que por mí sólo muriera
Dios, si más mundo no hubiera.”
(Calderón de la Barca, La devoción de la cruz).

“Te han dicho también que Jesús murió por ti, por tu alma, pero tú no has sabido que tenías el derecho, y aún el deber, de imaginarte sola en el mundo, en el sentido que, si tú fueras la única hija de Adán, la Segunda Persona divina se habría encarnado, se había hecho crucificar por ti.”
(Léon Bloy, Diarios, 15 de noviembre de 1912).

“Si j’avait été seul au monde, Dieu y aurait fait descendre son Fils unique afin qu’il fût crucifié et qu’il me sauvât.”
(Julien Green, Le miroir intérieur. Journal 1950-1954).

martes, 23 de junio de 2009

Bruce

Su voz terrosa, con ese punto ríspido que es al mismo tiempo muy cálido, deja en mi ánimo una extraña mezcla de gozo y melancolía, que me conmueve profundamente. ¡Ah, Bruce, qué hermosa se siente la vida al toque de tu voz! A quienes quedamos imantados por figuras que nos parecen paternas, o primogénitas, Bruce se nos presenta como un padre o hermano mayor adorable. Es un hombretierra cuyo calor buscamos.
¿Qué vacíos colma, que heridas cierra, que dolores alivia Bruce para que me llegue tanto?  Sé porque eres llave y entras en el ojo de cerradura que tengo dentro de mí, donde indiscerniblemente me dañas y me salvas, me entristeces y me alegras, me haces derramar lágrimas de gozo y dolor.

domingo, 21 de junio de 2009

Léon Bloy (3)

“Fuego soy apartado, y espada puesta lejos”, dice la pastora Marcela en El Quijote. Así quiero tener yo a Bloy con respecto a mí, como fuego, pero un poco apartado, para que me ilumine sin quemarme, como espada, pero un tanto lejos, para que su filo relampaguee sin cortarme. Acaso la quemazón y el corte serían beneficiosos para mí, me harían un daño saludable, pero, ¡ay!, la duda persiste. Demasiado abismal, demasiado selvática su entrega al sufrimiento: mi sensibilidad no lo soporta. Sé que lo hizo por amor a Cristo, por amor a María, que es necesario que haya hombres y mujeres que, llevados de un amor colosal al Siervo Sufriente de Yahvé, completen lo que falta a su pasión. Sin ellos, la obra redentora se vendría abajo, no continuaría, todo quedaría falseado. Todo esto lo sé… Pero hay estilos, otros estilos. El de Bloy me lastima y me confunde. No puedo tenerlo por eso en la cocina de mi casa, con Chesterton y Péguy y Bernanos y Lewis y tantos otros. Eso sí, le reservo una muy cómoda habitación, aunque un poco apartada.

jueves, 18 de junio de 2009

Léon Bloy (2)

El completar “lo que falta a los padecimientos de Cristo” (Col 1, 24) adquiere en Bloy una crudeza insoportable. El autor francés se tiró de cabeza, de corazón, de espíritu, en ese “lo que falta”. Pidió ser clavado con Cristo, pidió llorar con La que llora (así se titula uno de sus libros, dedicado a la Virgen de La Salette), y obtuvo el “hágase”. Confieso que me da miedo, que casi me espanta, o sin el casi, esta generosidad extraordinaria de Bloy. Un texto entre muchos: “He sufrido voluntariamente y por formal promesa, desde hace unos treinta y seis años, mucho más de lo que puede imaginar usted, mucho más de lo que haya dicho o escrito, y no quisiera, por todo el oro del mundo, no haber tenido esta vida terrible que me ha puesto en el umbral de la Alegría” (Diarios, 27 de febrero de 1911). Yo aquí no hago pie, porque, ¿quién hace pie en un abismo, abismo de amor y dolor en este caso? Mierdecilla que es uno al lado de esto, claro.

miércoles, 17 de junio de 2009

Léon Bloy (1)

Sobrevivir a Picasso, decía el título de una película. Sobrevivir a Bloy, el de los Diarios, digo yo ahora, pero para vivir sobre él, de él, si bien tomando distancia frente a sus enormidades, que no son pocas, porque Bloy, como León que es, ruge, y muy fuerte, si bien al mismo tiempo te acaricia poderosamente. ¡Qué hombre, qué coloso del dolor, que titán de la aflicción, qué hércules de la miseria, qué testigo del Absoluto, de Dios, de Jesús, del Espíritu, de María, de los santos! ¡Ah, Bloy, me has arañado pero bien, como muy pocos lo hicieron, Péguy, Bernanos, tus compatriotas franceses!

martes, 16 de junio de 2009

Hijo de p...

La iglesia tantas veces puta, claro. Pero, a este respecto, yo prefiero ser hijo de puta que hijo de nadie. Pues sólo el que no renuncia a ser hijo de tal madre puede hacer algo por ella, devolverle la pureza, sacarla del burdel, cosa que sólo conseguirá si él mismo logra escapar de él. ¿O es que no soy yo acaso tantas veces la puta?

domingo, 14 de junio de 2009

Peregrinos, madre

Mi madre, que no fue al mundo, está viendo como el mundo viene a ella. De siempre, los viernes por la mañana limpia la iglesia y cambia las flores. Ahora, con casi 83 años, ya no lo hace sola. Desde que se abrió la ruta de la plata como ruta peregrina hacia Santiago, la que arrancando de Sevilla, sube por Extremadura, Salamanca, Zamora, Ourense y remata en Compostela, Silleda, mi pueblo, ve pasar decenas de peregrinos, sobre todo en esta época. Muchos visitan la iglesia, rezan, y, aquí quería llegar, hablan con mi madre y sus amigas. Este último viernes, por ejemplo, fue una pareja alemana que se expresaba muy bien en español. Otro día un grupo de portugueses. “Hai moita fe no mundo”, comenta mi madre, que ve arribar a sus orillas estas olas de fe internacional. Y le encanta, claro. Y a mí, que lleguen, que mi madre lo viva y que me lo cuente. Así, de manera tan sencilla y vivaz, la catolicidad de la fe se la sirve Dios en bandeja a mi  madre, ella, que apenas si salió de casa.

viernes, 12 de junio de 2009

¿Qué éxito?

Al que se siente escritor, escritor llamado, ¿no debería darle un ardite obtener o no éxito, si sabe que, habiendo dejado salir de sí las palabras pedidas, ha cumplido la voluntad del Padre? Pero no para quedar instalado en una paz olímpica, sino cristiana, muy cristiana, a la pata llana, con todos sus avatares.

jueves, 11 de junio de 2009

Levedad

Contra gravedad, levedad, levadura, alzamiento, pasos en la luna que son saltos de gigante. Tuve una época en que tal habilidad fue recurrente en mí, allí donde se forjan las quimeras.

miércoles, 10 de junio de 2009

Jesús

Les extraña a los alemanes que aquí, en España, utilicemos el nombre de Jesús para nombrar a tantos y a tantas: a lo largo y ancho de nuestra geografía se cuentan por miles los que se llaman Jesús y Mª Jesús. Para ellos, tal nombre sólo puede llevarlo el hijo de María y de José, hombre único que, por ser quien fue y quien es, merece que sólo él y nadie más que él sea nombrado así, Jesús. Es como si, de la misma manera que el Señor dijo “no llaméis a nadie ‘Padre’ vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo” (Mateo 23, 9), entendieran nuestros vecinos germanos que lo mismo habría que hacer con el nombre de Jesús. Una razón con fundamento, desde luego.
Pero creo yo que tampoco carece de fundamento ni deja por eso de ser razonable nuestro uso hispano. Hay en él, en las antípodas del alemán, otro sentido del homenaje con respecto al nombre de Jesús: si los primeros lo reservan en exclusiva para quien fue y es insuperablemente excelente, los segundos, nosotros, lo desparramamos sobre muchos y muchas en razón de esa misma insuperable excelencia, para quedar animados, protegidos, impulsados por ella. Si Cristo no retuvo nada para sí, pues lo dio todo, ¿por qué no había de dar, de darnos, también su nombre, el dulce nombre de Jesús?
Ambas costumbres se complementan de manera perfecta, basándose en lo mismo, el amor a Jesús: que nadie sino él, por ser quien es, se llame Jesús; que muchos, por haber sido él quien fue, se llamen Jesús, como se complementan el silencio y la palabra.