lunes, 10 de abril de 2017

Vacilaciones del sueño

No sé si despierto porque tengo ganas de ir al baño o si despierto y entonces tengo ganas de ir al baño. El caso es que son las cinco y media de la mañana y quisiera haber dormido una hora más. El despertador tocará a la siete menos diez. Decido, como otras veces, bajar a la sala, encender la tele, y, con el runrún de lo que proyecte el canal 24 horas, dejarme acunar en el sofá. Veo que no funciona como otras veces y decido hacer lo mismo pero ahora en la cocina, donde tampoco funciona. Mientras tanto el tiempo ha avanzado y son ya las seis y veinticinco. Decido volver a la cama donde, entretenido con no sé qué pensamientos, no tarda en tocar el despertador. ¡Bien! Pero ya es el tercer día que me levanto con el sueño demediado, y me da rabia, pues no estaré al vivo sino medio muerto el resto del día.
Con gran gusto, como siempre, me echo a dormir la siesta después de comer, pensando en que recuperaré las energías perdidas. Después de hora y media, toca el despertador y tengo que hacer un gran esfuerzo para no seguir en la cama. Cuando ya estoy en la butaca, estoy muerto de sueño y me persigue la tentación de seguir durmiendo. No tengo ganas de hacer nada, y lo único que hago es repasar la letra de la canción “Piano Man”, de Billy Joel, que Paul, mi amigo y profesor de inglés, me ha puesto como tarea esta semana. El intento de continuar la lectura de Filosofía zoom, de José Antonio Marina, me resulta imposible. Como en los días anteriores, llega mi hermano Pepe y abordamos el asunto que nos ocupa desde hace ya una buena temporada y que hoy tiene un capítulo nuevo, que me cuenta. Agradezco que haya venido. En vista de que sigo sin gana ni de tecla ni de libro, resuelvo ver otro capítulo de Iron Fist. Cuando termina, me duelen los ojos y apago el ordenador. Bajo a la cocina y ceno. Mi madre llega de misa. Cena ella también. Yo me tiendo en el banco y cierro los ojos hasta que mi madre apaga la tele. Rezamos, le preparo su manzanilla con miel, tomo un surmontil, subo, veo un capítulo más de la serie de Netflix y, vencido por el sueño, me voy a la cama y me duermo.
Al día siguiente, continúan los efectos del surmontil y me paso toda la mañana grogui. De una a dos, en el trabajo, hago un esfuerzo supremo para no caerme dormido. Grogui sigo durante la comida y grogui me dejo caer sobre la cama en la siesta. A las ocho, grogui voy a misa. Por eso, cuando salgo a leer, sólo caigo en la cuenta de que no he leído la lectura del día cuando, al final, me topo con un “Palabra del Señor” y no un “Palabra de Dios”. En efecto, he leído un evangelio. Xosé, el párroco, se acerca, yo sonrío, le comunico el incidente, busca la lectura que corresponde, pido disculpas al respetable y, ahora sí, no hay error. Yo, que acostumbro a estar siempre con los ojos cerrados durante las eucaristías para estar más centrado y recogido, me aprovecho de esto para seguir dormitando.

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