Estoy desarrollando nuevas estrategias para
dormir bien, algo que me falta últimamente. He leído aquí y escuchado allí que
uno debe irse a la cama en cuanto le entra el sueño. Hace unos días, por la
noche, en torno a las diez, ya se me cerraban los ojos y decidí aplicarme el
cuento. En realidad me apliqué tres porque además me tomé una manzanilla y me
di una ducha caliente, cosas ambas de las que también oí decir que son buenas
para conciliar el sueño. La cosa funcionó mejor de lo esperado. En las dos
siguientes, cuando eran los once, si bien no tenía todavía mucho sueño, aplicándome
otro cuento, esta vez el del vaso de leche caliente, la cosa tampoco fue del
todo mal. A ver si, poco a poco, voy logrando un buen dormir: sin él no acaba
uno de ser feliz.
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