domingo, 2 de abril de 2017

La fe que mueve hombres

La fe no tiene que mover montañas, tiene que mover hombres. Esto es lo que me ha enseñado Hasta el último hombre, la impresionante película de Mel Gibson, que cuenta la historia real de Desmond Doss, un objetor de conciencia, Adventista del Séptimo Día, que se alistó como médico en el ejército norteamericano en la Segunda Guerra Mundial. Una vez que, en nombre de la Constitución americana, se le reconoció el derecho a no usar fusil para poder cumplir con su conciencia que le decía: “no matarás”, se le permitió ir con su batallón a Okinawa, Japón. En la batalla que se libró allí, una vez que en un primer embate los americanos tuvieron que batirse en retirada, cuando Desmond Doss arrastraba a un amigo herido que, al llegar al borde del desfiladero por donde tendrían que bajar por una escalera de cuerdas, se le murió entre sus manos, una frustración dolorosísima se apoderó de él y entonces le gritó a Dios: “¿Qué quieres de mí? No lo entiendo. No te oigo. Ayúdame, ayúdame, Señor”. Un grito de socorro que provenía del campo de batalla fue la respuesta. Todos se habían ido y se había quedado solo. Con astucia y fortaleza infinitas, sin tener que matar a ningún japonés, una vez que encontraba un compañero herido, lo arrastraba hasta el borde del precipicio, lo ataba con una cuerda y, utilizando como polea un recio poste de madera, lo dejaba caer hasta el fondo. Y después iba por otro, rogando en cada ocasión: “Por favor, Señor, ayúdame a conseguir uno más”. Y consiguió setenta y cinco, incluyendo dos japoneses que no sobrevivieron. Fue una gesta extraordinaria, magnífica, heroica, santa. Desmond Doss fue el primer objetor de conciencia en recibir la Medalla de Honor. Asistí a su hazaña derramando lágrimas. Es lo único que me hace llorar: la bondad, el heroísmo, la santidad, la fe que mueve hombres.

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