Cuando nos exhorta Jesús a llevar nuestro
amor más allá de los que nos aman y de nuestros hermanos (Mateo 5, 46-47),
antes de apelar a la motivación mayor:
“Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (v. 48), apela a dos motivaciones menores: nuestra necesidad
de reconocimiento, de ser premiados: “Si amáis a los que os aman, ¿qué premio
tendréis?”, y nuestra necesidad de heroísmo: “Y, si saludáis sólo a vuestros
hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario?” Bien que nos conoce Jesús, pues nos
hizo, y nos hizo y nos quiso así, tan “impuros”, por decirlo de alguna manera,
con esas necesidades tan nuestras, tan de los hombres.
2 comentarios:
Cuánto te agradezco esta entrada, humanísima.
Y cuánto te agradezco yo tu comentario, Enrique.
Publicar un comentario