Hay autores fronterizos que, a la que se descuidan, se pasan
de la raya. Simone Weil, Leon Bloy, Kierkegaard, Unamuno pertenecen a esta
estirpe. De sus abismos de luz, irrenunciables, vivimos hoy, mientras que sus
abismos de sombra los sorteamos aunque también aprendamos de ellos. Son autores
apasionados: de aquí el vigor
rutilante de sus descubrimientos, pero por ello mismo también desequilibrados: llegan a posiciones
equívocas llevados por un genio sin control.
(Lo que acabo de escribir es
sólo una impresión, por ello poco fiable, incluso para mí mismo, pero quería
sacármela de encima escribiéndola pues lleva mucho tiempo acompañándome. Quede
aquí como mero apunte, por si algo valiere).
3 comentarios:
Amén.
Apasionados, sí, por la verdad.
¿Desequilibrados? Puede. Depende del equilibrismo desde el que se mire.
Posiciones equívocas, no; yo diría lo contrario, más bien intransigentes.
De la misma estirpe que Péguy, por cierto. Bastante apasionado, bastante desequilibrado, en absoluto equívoco.
Discrepo en lo de Péguy. Todo lo demás es discutible y rebatible, ciertamente.
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