La nariz siempre va por delante para, con su olfato, avisar de
un posible peligro. Está bien dotada para ello pues no uno sino dos son sus
orificios, que cuentan por dentro con la potencia de las fosas nasales. Pero de
nada vale que ella señale la pieza si después el dueño no le echa el lazo. Sin
embargo ocurre, y no es poca la frustración de la nariz al verse pegada a
rostros tan cortos de vista, con tan pocos alcances.
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