Un prematuro envejecimiento puede sentarle bien a un rostro de treinta y cinco o cuarenta años, darle una bonhomía en la que se sumen la juventud aún no ida y la vejez tan sólo un poco anunciada.
2 comentarios:
Anónimo
dijo...
Sea pues mi boina y mi cayado, frente al mar contemplando el futuro horizonte.
Es cierto, Suso, esa mezcla es muy atractiva. El rostro de la juventud y las primeras señales de los años. Gana el rostro en verdad y en profundidad, también en capacidad de despertar ternura, aunque esto último puede que funcione sólo con quienes le llevan la delantera. Y gana sobre todo la sonrisa. Otra sonrisa medicinal es la de la mezcla contraria, la del rostro anciano en el que de repente asoma el brillo de la juventud, o la inocencia y la ilusión de la infancia. Esa mezcla, la de la vejez y infancia, yo creo que cubre como poco doscientas mil librerías y dos millones de viajes. Siempre es un placer leerte. Un abrazo Cristina
2 comentarios:
Sea pues mi boina y mi cayado, frente al mar contemplando el futuro horizonte.
RD.
Es cierto, Suso, esa mezcla es muy atractiva. El rostro de la juventud y las primeras señales de los años. Gana el rostro en verdad y en profundidad, también en capacidad de despertar ternura, aunque esto último puede que funcione sólo con quienes le llevan la delantera. Y gana sobre todo la sonrisa.
Otra sonrisa medicinal es la de la mezcla contraria, la del rostro anciano en el que de repente asoma el brillo de la juventud, o la inocencia y la ilusión de la infancia. Esa mezcla, la de la vejez y infancia, yo creo que cubre como poco doscientas mil librerías y dos millones de viajes.
Siempre es un placer leerte.
Un abrazo
Cristina
Publicar un comentario