Mi tío Perfecto, al ver como le sacaba a mi madre una pelusilla de la chaqueta, me dijo: “eres el ángel guardián”. Durante los días que estuvo aquí de vacaciones, cada vez que se despedía, el saludo era “hasta luego, ángel guardián”. Hoy, que se marcha de vuelta para Puerto Rico,donde lleva más de treinta años ejerciendo el sacerdocio, reflexiono sobre ese honor concedido y pienso que se ha convertido, ahora, en una impremeditada encomienda. “Sé un ángel guardián”, oigo que me dice un eco deudor de las palabras de mi tío.
2 comentarios:
Oye Suso, a ti el verano te inspira mucho por lo que veo, que bonito lo que cuentas en la anterior entrada sobre Roma, y ahora eso más íntimo y personal del ángel guardián.
Si no fuera por la vida que nos desgasta el alma, todos seríamos ángeles guardianes siempre, pero vamos dejando por el camino tantas cosas, que al final el egoismo nos vence y no atendemos aquello que importa: el servir a los demás de corazón. Preciosa entrada la tuya, como todas, y tu tio Perfecto, pues eso, perfecto.
Un abrazo.
Muchas gracias, Montse.
Un abrazo.
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