Justo la encontró cuando no tenía disfrazado el rostro, sino limpio, abierto de par en par. Entonces la conoció. Que ella volviese después a sus máscaras no le impidió retenerla ya para siempre tal y como se había entregado ese día inolvidable. En vano volvió ella tras su empalizada. Se había dado tanto y de tal modo que era imposible que no quedase entera y eterna en el corazón de David.
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