“Y entonces Martín, contemplando la silueta gigantesca del camionero contra aquel cielo estrellado, mientras orinaban juntos, sintió que una paz purísima entraba por primera vez en su alma atormentada”: maravilloso final de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato. Hay que haber leído la novela para sentir cuánta es la maravilla y la emoción que encierra este The End.
“Mientras orinaban juntos”: un acto excretor, ese que hacemos fuera de la vista de los demás, se coloca aquí en compañía de un cielo estrellado, de una paz purísima, de una fraternidad recién comenzada, y no sólo no desentona sino que queda a la altura de sus infinitamente más dignos compañeros. ¡Milagros de la literatura!
7 comentarios:
Me apunto.
¿Y sabrías llegar al monte Pelado?
Si es un camino interior, no: necesitaría un maestro. Si es un camino en la tierra, sí.
Imaginando que podrías contestar a mi pregunta, tal que así: "No, ¿dónde está?", yo tenía preparada mi respuesta: en el punto medio entre Silleda, mi pueblo, y el tuyo, ¿Málaga? Pero claro, tu respuesta es la que es, muy pertinente. Díme, Jesús, ese camino en la tierra, ¿dónde es? Porque yo me saque de la manga lo del monte Pelado, me lo inventé vaya.
Mira, esta es una de las cosas que envidio de los hombres. A ver, no es tener pito, evidentemente, es que pueden mear juntos en sana camaradería. Ya sé que las mujeres nos acompañamos unas a las otras al baño, pero no es lo mismo, no se puede comparar lo que hablas mientras te repasas el rimmel a la luz mortecina de un cuarto de baño... que mear juntos a la luz de las estrellas.
Lo dicho, hay camaraderías masculinas que nosotras nos perdemos, tendremos otras, pero esas no...
Cada género que goce sus camaraderías, Máster...
Pues para haberlo inventado, te quedó muy bien. MI pueblo es Málaga, aunque vivo en Sevilla. Y no sé aún dónde está ese camino en la Tierra, pero seguro que en un bosque.
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