lunes, 25 de marzo de 2013

Dos santos, dos mujeres, dos fuegos



En el mesón donde descansaba San Francisco, había “una mujer bellísima de cuerpo, pero de alma sucia, y la maldita le provocó a pecar (...) Había allí un hogar con mucho fuego (...) Llevándola al hogar, con fervor de espíritu se quitó el hábito y se echó encima de las ascuas esparcidas por el suelo, convidándola para que también ella fuese y, desnudándose, se echase con él en aquella cama tan mullida y hermosa. Y estando así san Francisco largo rato con alegre rostro, sin quemarse ni levemente chamuscarse, la mujer, espantada con el milagro y enternecido su corazón, no solamente se arrepintió de su pecado y mala intención, sino que también se convirtió a la fe de Cristo” (Las florecillas de San Francisco, cap. XXIV).

Santo Tomás de Aquino en situación similar manejó el fuego de muy distinta manera, según nos cuenta Chesterton en su Santo Tomás de Aquino: “Sus hermanos introdujeron en su habitación a una cortesana muy pintada y singularmente seductora, con la idea de sorprenderle con una súbita tentación o, al menos, de envolverle en un escándalo (...) Surgió de su asiento, arrebató un tizón del fuego y lo blandió como si fuera una espada ígnea. La mujer, como era natural, comenzó a dar gritos y huyó, que eso era lo que él deseaba (...) Todo lo que hizo (él) fue correr detrás de ella hasta la puerta y cerrarla con furor, y luego, a la manera de ritual, juntó el tizón a la puerta y la tiñó con un gran signo de la cruz. Volvió después y lanzó el tizón al fuego”.

San Francisco convidó a la tentadora al fuego; Santo Tomás la espantó con él.

viernes, 22 de marzo de 2013

Pero Jesús, inclinándose, escribía

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
-El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.


Este inclinarse y ponerse a escribir en el suelo de Jesús, ¿es una treta disuasoria, una contención de su ira, un acto de soberanía cuyo significado se nos escapa? ¿Por qué lo hace? ¿En qué piensa Jesús? ¿Qué escribe, no una sino dos veces? El desconcierto de los escribas y fariseos debió ser mayúsculo. ¿Qué pensaba mientras tanto la mujer adúltera, que, seguramente muy cerca de él, en el suelo, veía como el Maestro se agachaba y se ponía a su altura, si bien todavía no la miraba sino que sólo escribía?

Jesús se adueña de la situación, como siempre, y como si nada, desconcertando a veces, como aquí. No es dirigido sino que dirige; vuelve de cara lo que le traen del revés; su sabiduría confunde “las sabidurías”; su sencillez, la complicación; su silencio, la altisonancia. Jesús, espontánea, naturalmente, es el Señor.

jueves, 21 de marzo de 2013

Los más viejos


En la escena de la mujer adúltera, los que querían lapidarla, tras oír de labios de Jesús “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, “se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos”. Siempre que leo u oigo este pasaje del evangelio queda resonando en mí este “empezando por los más viejos”. Hay que imaginarlos saliendo del grupo, con la cabeza inclinada, apoyados los más débiles en su bastón, hecha añicos su furia judicial, su “sabiduría”, si bien ésta misma es la que les ha permitido ver antes que los más jóvenes el pecado del que no están libres: ya no están en edad de no “saberlo” de inmediato cuando no es cualquier luz la que los envuelve. Los más jóvenes, que acaso contaban con apoyarse en ellos si Jesús lograba confundirlos, se quedan sin tal apoyo y no pueden sino seguirlos con su pecado al descubierto.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Mateo 25: el juicio final



Recuerdo que, al hilo de Mateo 25, mi añorado Juan Luis Ruiz de la Peña decía que “el cristianismo no es un gnosticismo”. Es cierto. A los que Jesús llama y sienta a su derecha en el juicio final no les dice “venid vosotros, benditos de mi Padre, porque me conocisteis", es decir, porque explícita y directamente sabíais con quien tratabais, sino porque me alimentasteis, disteis de beber, hospedasteis, curasteis y visitasteis en la cárcel sin saberlo. Si lo hubiesen sabido no le preguntarían: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, etc.?” “En verdad os digo, les contesta el Hijo del hombre, que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Este “hicisteis” es la clave: (le) conoce quien (le) hace, quien, aun no habiéndolo conocido personalmente -digámoslo así para entenderos-, lo amó porque amó a sus hermanos más pequeños.

martes, 19 de marzo de 2013

La verdad santa



Hay ocasiones en las que sólo hombres que no están en sus cabales saben decir la verdad santa.

viernes, 15 de marzo de 2013

Capítulos de una biografía



Las distintas realidades por las que a uno va siendo atraído a lo largo de la vida podrían ser también los capítulos de su biografía. Así, en el índice del libro que la contase leeríamos “Las flores”, “Atardeceres”, “Amaneceres”, “Las nubes”, “Rostros”, “Los nombres de las cosas”, etc.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Pero Jesús



“Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba” (Lucas 4,28-30).

Siempre me impresionó esta escena. La muchedumbre empuja a Jesús hasta el borde de un barranco con la “intención de despeñarlo” y en el último y decisivo momento se levanta un “pero”, más exactamente un “pero Jesús...” ¿Cuál era su mirada, la expresión de su rostro, y cuál la mirada y rostro de los que lo rodeaban? ¿Qué juego de fuerzas se trabó aquí? ¿Cómo venció él y que sintieron, al verse vencidos, ellos? ¿Qué autoridad y majestad lo inundó todo? El poder que los hizo abrirse para que Jesús pasase, ¿no fue el mismo que abrió el mar Rojo para los israelitas que huían de Egipto? Pero Jesús no huía: “se alejaba”.