Rosetta lleva como puede la bombona de gas que acaba de
comprar a la roulotte donde vive con su madre. Quiere consumar la muerte de
ambas que, en un primer intento, impidió una bombona vacía. La habíamos visto a
lo largo de la película de los hermanos Dardenne, Rosetta (1999), buscar un empleo como una cosaca. Al final lo
consigue, en un puesto callejero de venta de crepes y bebidas, antes atendido
por su amigo Riquet, tras acusarlo ante el dueño del puesto de vender también
tortas hechas por él en su casa. Consumada la traición, Rosetta pasa a ocupar ahora
su lugar. Ya antes había estado a punto de dejarlo morir ahogado cuando, tras
ayudarla a recuperar unas rudimentarias artes de pesca, resbala y cae a un río
cuyo suelo cubierto de lodo hace imposible hacer pié en él: si él muere Rosetta
obtendrá su puesto de trabajo; in extremis,
superada la tentación, lo salva.
En su segundo día de trabajo, tras cerrar el tenderete,
aparece Riquet con la moto. Ella escapa y, tras una fatigosa huida, al final la
alcanza. Él la agarra por las solapas de su chaqueta, la zarandea, ella se
defiende y tiene lugar el siguiente diálogo:
-¿Por qué lo hiciste?
-¡Vamos, pégame!
-¿Por qué lo hiciste?
-Para tener trabajo.
(Aquí Riquet se calma, al comprender que Rosetta lo delató
llevada por sus ansias de sobrevivir y no por otra cosa, no por ejemplo por un
odio o crueldad gratuitos).
-¡Déjame pasar! Cuando caíste al agua, ¡no quería sacarte!
-¡De todos modos me ayudaste!
(Y así le hace ver a Rosetta que tiene entrañas humanas, que
es más que una mercenaria en una guerra en la que se puede delatar a un amigo).
-¡Déjame pasar!
Rosetta llega a su roulotte y allí se encuentra, desplomada en
la escalerilla exterior, a su madre, una mujer alcohólica que se lo monta cada
dos por tres con el dueño del parking. La levanta y la arrastra hasta su cama.
Sale después y se dirige a una cabina telefónica: llama a su patrón y le dice
que no volverá a trabajar. Rosetta ya no puede con su vida: decide ponerle fin
y también a la de su madre, que no podría sobrevivir sin ella. Y así regresamos
al punto de partida, cuando la veíamos llevar a duras penas una bombona de gas
llena. Cuando está a pocos metros de la caravana, y mientras se oye el ruido de
una moto que se acerca, cae al suelo, extenuada. Alguien la ayuda a levantarse:
es Riquet. Rosetta, de pie, lo mira y sabemos que la ha levantado también de su
desesperación.
“¿Sobre qué son nuestra películas? Son sobre personas que
están solas y tienen un encuentro con otro que les ofrece una salida. Son
personas que están en situaciones extremas, que son capaces de matar para
encontrar su lugar en el mundo y vivir la felicidad que se imaginan. Es
finalmente sobre gente que descubre la amistad, el amor, la solidaridad, el
tener la necesidad del otro. Finalmente es eso”. Lo dijo uno de los hermanos
Dardenne, Jean-Pierre, en una masterclass en Buenos Aires, el año 2011. Además
de Rosetta (1999), ahí están La promesa (1996), El hijo (2002), El niño
(2005), El silencio de Lorna (2008), El niño de la bicicleta (2011) y la
última, que todavía no he visto, Dos
días, una noche (2014), para mostrarlo.
Cine excelso, de primera categoría, humanista, verdadero, el de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, notarios de una lucha por la vida en la que, tras imprevistos recodos, cuando era posible elegir mal, se elige en cambio bien gracias a la presencia de una voz y un rostro que nos da o nos reclama ayuda.
4 comentarios:
Qué bien lo cuentas. Las películas de los Dardenne son siempre grandiosas.
Las grandiosas películas de los Dardenne las he visto todas seguidas estos días. Me tarda ya ver la última, "Dos días, una noche", que preveo igualmente grandiosa.
Gracias, Ángel.
No he visto esa, la tendré que ver. A mí me encantó "El niño de la bicicleta", aunque hasta el final no sabía si me iba a quedar sin esperanza... pero sí, te quedas con ella. Afortunadamente.
"El niño de la bicicleta" es hermosísima. En https://www.filmin.es/ (de pago, pera a muy buen precio) las puedes ver todas.
Un abrazo, osezna.
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