miércoles, 22 de mayo de 2013

Flexibilizar o violar



De un tiempo a esta parte soy más sensible a lo que tantas mujeres vienen reclamando desde hace años: que el vocablo “hombre” refiera la parte de un todo y no el todo, es decir, que se acepte que es una metonimia. No creo que las leyes de la etimología y de la semántica tengan que ser inmutables. En esta cuestión estoy de acuerdo con Rosa Montero cuando dice que la lengua es como una piel que se va adaptando a la realidad, siempre cambiante.
Pero justo aquí comienza un arduo y complejo debate sobre hasta qué punto en unos supuestos estamos ante una legítima y necesaria flexibilización del lenguaje y en otros ante una violación del mismo. El vocablo “matrimonio” al incluir en el presente también las uniones entre homosexuales es hoy el mejor ejemplo: ¿estamos ante una flexibilización o ante una violación del término “matrimonio”? ¿Cuándo se conculca una realidad y cuándo no al dejar que quepan otras nuevas en el significado de una palabra?

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