Comentaban la impericia de
los varones para hablar de esos capítulos de la propia vida a los que siempre acompañan
emociones, sentimientos o afectos íntimos. Decía A. que cuando estaba con sus
tres compañeros de trabajo, en el presente ya sus amigos, siempre quedaba con
la sensación de haber sido impúdica al tratar de algún asunto afectivo de su
vida. Tal vez con la excepción de J., X. y X. nunca daban noticia de sus
contenidos del corazón. Yo me acordé entonces de una información periodística
leída hace un montón de años que versaba sobre el “analfabetismo emocional” de
los varones. A., sin conocerme mucho, intuía que yo no entraba en esta lista e
intuía bien. No soy introvertido a tales efectos: pongo el corazón con
facilidad encima de la mesa.
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