miércoles, 13 de enero de 2010

¡Ar!

La convicción con que la vida planta su “¡ole!” diezma las pesadumbres, los conjuros tristes, las visiones aciagas. En torno a su tienda  todo reverdece, sobre todo los huesos, por encima de todo los huesos, que desde la visión de Ezequiel se siguen levantando a la voz de “¡ar!” que ella les lanza.

2 comentarios:

Olga Bernad dijo...

Claro que sí, Suso, sólo tenemos que obedecer a esa voz... pero es que a veces somos bastante díscolos;-)

¡Olé!
Y un saludo.

Jesús dijo...

¡Seamos obedientes pues! ¡Y Olé, Olga!