La convicción con que la vida planta su “¡ole!” diezma las pesadumbres, los conjuros tristes, las visiones aciagas. En torno a su tienda todo reverdece, sobre todo los huesos, por encima de todo los huesos, que desde la visión de Ezequiel se siguen levantando a la voz de “¡ar!” que ella les lanza.
2 comentarios:
Claro que sí, Suso, sólo tenemos que obedecer a esa voz... pero es que a veces somos bastante díscolos;-)
¡Olé!
Y un saludo.
¡Seamos obedientes pues! ¡Y Olé, Olga!
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