Es cierto que cuando uno
hace un viaje “desconecta”, y desconecta mucho. Lo he comprobado una vez más en
mi reciente viaje a Tierra Santa. Quedas a salvo de las desgracias que te
sirven en bandeja los medios informativos, tanto las que suceden en tu región
como las que tienen lugar al otro lado del mundo. En este sentido eres más
feliz. Cuando estuve en Camerún, en el verano de 2011, pensé en serio que,
cuando estuviera de vuelta en casa, dejaría de ver el telediario nocturno para
no perder mi felicidad desconectada. No lo hice, claro, primero porque no vivo
solo, segundo porque, a pesar de todo, te pica la curiosidad sobre lo que está ocurriendo
en el mundo y tercero, el punto más dudoso, por no substraerme a esa especie de
solidaridad internacional a la que te invita un planeta globalizado. ¿Puede uno
en el momento presente, moralmente hablando, no compartir los infortunios y
penalidades de nuestros hermanos por más lejos que éstos se encuentren? Así, estos
días, el hundimiento de un barco lleno de estudiantes en Corea del Sur ha sido
un aldabonazo de tristeza.
3 comentarios:
Saludos, Loli.
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