(Mary Ellen Mark, Los Ángeles, 1987)
Las manos del padre,
sosteniendo los brazos de su mujer, a la que rodea con los suyos. La mano leve
de la niña, que no sabemos si acaricia la cara de su hermano, si la sujeta, si
la atrae hacia sí. La mano izquierda del niño en el brazo caído. Las de la
madre no se ven, las ocultan las manos de su marido. Ella, languideciente, nos mira
sin mirarnos: sus ojos parecen perdidos. ¿Podrá evitar el padre que se le
escurra, substraída por el peso de la vida? Pudiera estar muriendo, agonizando,
sin que ninguno lo sepa, tampoco ella.
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