jueves, 13 de junio de 2013

Cubrir, amar



En esta entrada había comentado dos casos, uno cinematográfico y el otro real, en los que la acción de cubrir con el propio cuerpo el cuerpo de otra persona representaba un acto máximo y tiernísimo de amor. Me acordé de ellos el pasado 9 de junio, al leer el relato del primer libro de los Reyes donde se narra cómo Elías, echándose tres veces sobre un niño, le había devuelto la respiración que había perdido a causa de una enfermedad grave. La cubrición da vida, a imagen de la cubrición por excelencia, la de la mujer por parte del varón, que va más allá y la crea.

3 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Me impresionó este pasaje por el paralelismo con el Evangelio de la Misa: el hijo muerto entregado vivo a su madre es una profecía de lo que le va a pasar a Jesús muriendo en la Cruz, abrazándose a nosotros que estábamos muertos.

Jesús dijo...

Es hermoso lo que dices. Gracias.

Ángel Ruiz dijo...

Sí, y además es Él el que nos entrega a su Madre que ya es nuestra Madre.
Me impresionó darme cuenta: me lo has recordado con esta entrada.