Siento que la belleza hace valer en toda regla el “eso, justamente eso”, recayendo en “justamente” todo el peso de la alocución y en todos sus sentidos posibles, lo que es justo porque se ajusta y porque también justifica. Se asiste al milagro de una realidad maravillosamente conjugada, en la que queda remediada toda dispersión, donde todo se vertebra y no hay desmembramientos. Sí, la belleza es un acto de justeza y un acto de justicia.
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