La pereza, pecado capital, reconvertida en virtud capital. Me gustaría poder hacerlo, meterle aquí un buen gol al diablo, más que nada para poder tumbarme a la bartola el resto de mis días y no hacer absolutamente nada, sólo dormir, soñar, contemplar, respirar, ponerme de lado cuando me cansé de estar de frente, dar otro giro, pasados veinte años, y ponerme de espaldas, postura que seguro me cansaría tras otros veinte años, lo que, ¡oh puñetas!, me obligaría a un nuevo giro para quedar nuevamente de lado, aunque ahora del otro…
Creo que me voy a encomendar a San Garfield para lo que me quede de vida.
Creo que me voy a encomendar a San Garfield para lo que me quede de vida.
4 comentarios:
Que contrastes! el hambre infinita que ayer te llevaba de aquí para allá: de la puesta de sol en la playa al Bósforo, de una ruina abandonada al canto de los pájaros...
Y hoy: sólo dormir, soñar, respirar, contemplar y tumbarte a la bartola.Te sugiero que hagas un promedio entre las dos posturas, a ver que te sale.Seguramente será lo que ya estás haciendo habitualmente, con San Garfield o sin él.
Leo con frecuencia alguno de tus escritos publicados, son muy interesantes.
Un abrazo.
Gracia, Montse.
Un abrazo.
Intenté encomendarme a San Garfield, pero son tantos los conflictos...
Un abrazo.
Por eso mismo, Javier, debes seguir encomendándote.
Un abrazo.
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