Te ofrezco
el miedo de todos los días.
Te pido
la esperanza de todos los días.
El miedo es ese hijo extraño que criamos los ansiosos. Con el tiempo, con ayuda, con disciplina, vamos sabiendo qué hacer con él, no quedar sometidos a su arbitrio. Si en momentos determinados no lo conseguimos, siempre podemos echarlo al circuito por el que ruedan las gracias de Dios, de modo que, en sus manos, se transforme en bien para alguien, conocido o desconocido, ¿qué importa? Lo que es cardo dentro de uno, echado a ese maravilloso campo que es su seno, puede ser dentro de otro flor, fruto, diamante.
el miedo de todos los días.
Te pido
la esperanza de todos los días.
El miedo es ese hijo extraño que criamos los ansiosos. Con el tiempo, con ayuda, con disciplina, vamos sabiendo qué hacer con él, no quedar sometidos a su arbitrio. Si en momentos determinados no lo conseguimos, siempre podemos echarlo al circuito por el que ruedan las gracias de Dios, de modo que, en sus manos, se transforme en bien para alguien, conocido o desconocido, ¿qué importa? Lo que es cardo dentro de uno, echado a ese maravilloso campo que es su seno, puede ser dentro de otro flor, fruto, diamante.
2 comentarios:
Suso, gracias por esto que hace tan bien rezar (y también rezar ;-).
Hay veces que yo pido no tener miedo... pero otras pido tenerlo. No sé explicarlo, pero es así.
Un abrazo y gracias, da paz venir aquí siempre.
Aurora
Gracias a ti, Aurora. Paz, siempre la paz. Si hay paz, casi se tiene todo, o sin el casi.
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