lunes, 12 de enero de 2009

Macerar

Sí, sólo la carne macerada es apta para acoger la semilla y ver crecer el fruto. Pero, ¿por qué es tanta nuestra rigidez que el sufrimiento, en tantas ocasiones, es el único que consigue ablandarla? ¿En qué momento del camino perdimos la capacidad de dejar siempre abiertos nuestros surcos, de modo que, en adelante, dada nuestra cerrazón, sólo se volverían a abrir a golpes de martillo contra el yunque?

2 comentarios:

José Miguel Ridao dijo...

Seguramente eso sucedió cuando salimos del Jardín del Edén, donde los frutos no crecían en nuestro interior, sino que brotaban de la tierra y no teníamos más que cogerlos, y entonces debimos abrir surcos en nuestra carne, y comprobamos que era rígida, y que dolía, y a eso le llamamos sufrimiento.

Ángel Ruiz dijo...

A una buena entrada, un buen comentario: enhorabuena a los dos.