viernes, 30 de enero de 2009

Consolar

El arte de consolar, ¿quién sabría describirlo? Combinación exquisita de silencios y palabras, de acercamientos y distancias, de tonos suaves y de tonos firmes, de quietudes y de movimientos, de paciencias y de arrastres, exhortación de lágrimas y freno de ellas... No faltéis, hombres de toda consolación, a vuestra cita con el dolor. Él os llama.

15 comentarios:

Máster en nubes dijo...

Qué importante consolar, qué razón tienes, Suso.

Pero a veces con estar y acompañar basta. Ni hablar hace falta.

Buen fin de semana
Aurora

Jesús dijo...

No sólo no hace falta hablar, sino que a veces es necesario callar para consolar. Silencio y palabras.
Buen fin de semana, Aurora.

Alejandro Martín dijo...

El arte de consolar es realmente un don divino. En "El retorno del hijo pródigo" su autor decía que la verdadera vocación del cristiano no es ser hermano mayor sin celos ni hermano menor arrepentido, sino "convertirse en Padre". Dura vocación a la que se acerca el que sabe dar consuelo.

Anónimo dijo...

El consuelo está hecho de muchas presencias; unas veces de silencio, otras, la palabra es la que lo sostiene, muchas veces una mirada...

Sin embargo una de las presencias más innegable del consuelo, a mi parecer, son las manos. De tal mdo son importantes, que la mirada, el silencio y la palabra... se quedan muy solos sin las manos. Como que el consuelo recibido, sin una mano que lo sostenga, se quedara muy chiquitín.

Una mano firme, que a veces simplemente nos toca, puede estar sujetando toda el alma, recogiendo todo el sufrimiento del ser humano abatido.

Qué importantes las manos!
El tacto de las presencias!


Tu blog es muy bueno, Suso. Suelo ser lectora silenciosa, pero hoy me hiciste hablar...

Saludos.

Jesús dijo...

Muchas gracias, Ana. Es cierto, sin manos, ¡qué soledad!
Me recuerdas, Alejandro, que tengo el libro del que hablas todavía ahí, sin leer. ¡Y ya hace mucho tiempo que me lo regaló! Lo que dices es muy coherente. Supongo que, cuando llegamos a casa y dejamos de ser el hijo pródigo, toca ser "padre" para que otros hijos pródigos puedan volver...

Anónimo dijo...

Es verdad, es tan importante y deja tanta huella, que pasa el tiempo y olvidas el dolor, pero no olvidas el consuelo. Lo bueno es que siendo un arte, como esta entrada, está al alcance de cualquiera. Su secreto quizá está en el "con". A veces es sólo un gesto, como ofrecer un kleenex, en vez de hacerse el sueco. El que sufre suele ser muy agradecido.

Y a propósito dl libro que cita Alejandro y de las manos de Ana, precisamente en ese libro se habla mucho de las manos del padre, esas manos que acogen (porque para eso sirven las manos, para coger y para acoger), de cómo Rembrandt las pintó diferentes y de lo que transmite cada una de ellas.

Feliz domingo, Suso, por aquí empezando a nevar.

Jesús dijo...

Feliz domingo nevado para ti también, CristinaB.

Alejandro Martín dijo...

Pues léetelo cuanto antes, Suso. Para mí hay un antes y un después de ese libro.

Jesús dijo...

Te obedezco pero ya, Alejandro. Gracias.

Anónimo dijo...

Siento volver a dar la plasta, sólo dos cosas.

Que me alegra lo que dice Alejadro y que sigas su recomendación, para mí también fue un libro importante.

Y que el gesto del kleenex, como otros muchos, fue de una amiga realmente admirable, con ese don del consuelo en sumo grado. Ella fue la que puso en la mano del que lloraba el kleenex, y yo la que tragó saliva y se hizo la sueca. Entre las dos y en un estrado, una persona a la que le rodaban los lagrimones sin poder contenerlos. Ella no le miró, no se movió, sólo le agarró la mano discretamente y le puso en ella el pañuelo, él carraspeó gracias e inmediatamente se calmó.
Cuando te leía la veía a ella, siempre con el gesto justo y siempre atenta para ver lo que nadie ve. A veces le dices "¿cómo lo sabías?", y ella contesta "bastaba con mirarle".

Y ya van dos veces que me equivoco poniendo "idscultl" , a ver si lo consigo

Jesús dijo...

CristinaB: da toda la plasta que quieras, que siempre será de la buena. ¡Qué hermoso lo que cuentas!

Antonio Javier Sánchez Risueño dijo...

¡Qué bueno, Suso! Yo ahora justamente me estaba ocupando del libro de Job, donde tan profundamente se aborda la relación entre el sufrimiento y el consuelo. Recuerda que los amigos de Job, cuando llegan y ven la miseria en que ha caído, sólo en el silencio creen podor acoger y consolar dolor tan grande. Así lo dice el texto bíblico: "Estuvieron con él sentados en tierra siete días y siete noches, y ninguno habló palabra viendo cuán grande era su dolor". Luego, cuando procuraron reconfortarle con la palabra, su consuelo se volvió subreticia y hasta manifiestamente acusación: tu desdicha es producto de tu injusticia.
No sé por qué, a mi la idea de consuelo me trae a la memoria una imágen casi plástica: recoger cuidadosamente lo que estaba disperso y roto. Consuelo es delicadeza, atención, escucha, no juzgar y dejar que el otro se dé en su palabra. A fin de cuentas, es obra del Espíritu Santo.

Jesús dijo...

Muchas gracias, Antonio, también por tus estupendísimas reflexiones tabernarias. Completamente de acuerdo contigo. Si sabes de algún libro que aborde el tema de la consolación en el A y NT te lo agradecería. Es un tema que me apasiona.

Máster en nubes dijo...

Yo como Alejandro, hay un antes y un después de ese libro. Te va a encantar, Suso.

Máster en nubes dijo...

Perdona la vara. Estoy con tu Diccionario Cordial a la mitad, me está gustando mucho. Leí también Obsesión y Duelo, me costó más pero no era por ti, era otra cosa.
Me gustaría, si no te importa, escribirte para decirte un par de cosas que creo mejor decirte en privado. Y pedirte un favor que también creo que es mejor hacerlo en privado. No tengo tu email, si me lo das fenomenal, y si no quieres por lo que sea, no pasa nada.