martes, 1 de julio de 2008

Aristogata

Nadie sino una gata puede, sentada sobre sus cuartos traseros y con el rabo recogido, aletargarse hasta tal punto que quede estatuida y parezca una obra de porcelana. Nusa, nuestra aristogata (¿qué gata no es siempre una aristogata?), embutida en su sueño felino, completamente inmóvil, se ofrece a nuestros ojos como la mejor obra del mejor de los escultores. "Parece que está viva", diría alguien, elogiando la obra. Y lo está, claro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Son como dioses, rodeados de un aura de belleza y placer, de amor y fertilidad, protectores de sus más grandes misterios, guía vigilante de nuestros pasos.
Una Bastef o un Ra que permanecen a nuestro lado desde los confines de los tiempos.

RD.

Anónimo dijo...

(BASTET)